Cada
estación nos enseña algo y nos aporta un hermoso matiz de la infinitud de la
vida.
El
otoño desnuda al ser.
El
incomparable espectáculo del caer de las hojas nos invita al ser desnudo.
Sin
temor el árbol suelta las hojas que fueron su vestido, su belleza y su orgullo
por unos cuantos meses. Sueltan todo, perfectamente libres y estables en su ser
desnudo.
Hay
que aprender de estos sabios maestros: soltar la forma y amar el vacío. Soltar
lo visible y enamorarse de lo invisible.
Soltar
las formas es dejar ir todo lo que nos da seguridad afectiva y efectiva:
pensamientos, afectos, ideales, proyectos, deseos.
Soltar
las formas es también dejar ir los miedos que nos atrapan y encarcelan.
Soltando
la forma quedará lo que somos: ser desnudo, quieto, brillante.
Tal
vez la desnudez del ser nos avergüenza un poco: camino necesario hacia la
gratuidad.
El
amor siempre está desnudo, como Cristo en la Cruz. Por eso puede recibir todo y
soltar todo. Ahí radica la verdadera libertad.
¡Otoño
querido y bendecido otoño que nos enseñas a “ser”, más allá de toda forma!
Nos
regala la dicha más grande: la dicha de ser.
Y
volverá a revestirse el ser desnudo. Volverán los colores y los olores de
frutos y flores.
Volverán
las abejas a disfrutar del néctar y a su incansable trabajo.
Milagrosamente
asomarán las primeras yemas despertadas por el primer beso de un sol naciente.
El
ser desnudo, siempre presente y quieto, se expresará otra vez en una belleza
desbordante.
P. Stefano Cartabia OMI. (Uruguay)
P. Stefano. Cómo mirando la vida desde otra perspectiva uno sigue aprendiendo cosas. Mil gracias. Dios lo bendiga.
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