Médico nacido en Nikomedia (actual Turquía). Fue decapitado por profesar su fe católica en la persecución del emperador romano Diocleciano, el 27 de julio del 305.
El
Milagro de su sangre
Una porción de su sangre se reserva en una
ampolla en el altar mayor del Real Monasterio de la Encarnación en
Madrid de los Austrias, junto a la Plaza de Oriente, Madrid, España. Fue tomada
de otra más grande que se guarda en la Catedral italiana de Ravello. Fue donada
al monasterio junto con un trozo de hueso del santo por el virrey de Nápoles.
En Madrid lo custodian las religiosas Agustinas Recoletas dedicadas a la
oración. Hay constancia de que la reliquia ya estaba en la Encarnación desde su
fundación en el año 1616.
La sangre, en estado sólido durante todo el año,
se licuefacciona [o ocurre el fenómeno de licuefacción], como la
sangre de San Jenaro,
sin intervención humana. Esto ocurre en la víspera del aniversario de su
martirio, o sea, cada 26 de julio. Así ha ocurrido cada año hasta la fecha de
este escrito, 2005, cuando se celebran 1700 años de su martirio. En ese
año el milagro tuvo lugar mientras las religiosas oraban en el coro del templo
y ante la presencia de cientos de visitantes. El monasterio abre las puertas al
público para que todos sean testigos. En algunas ocasiones, la sangre ha
tardado en solidificarse para señalar alguna crisis, como ocurrió durante las
dos guerras mundiales.
Muchas veces se ha intentado explicar el
fenómeno mediante mecanismos netamente naturales, como la temperatura o las
fases de la luna. Sin embargo, ninguna de las explicaciones ha resultado
satisfactoria para la ciencia. La iglesia no se ha definido sobre el
milagro. Las hermanas dicen sencillamente que es "un regalo de
Dios".
Para facilitar la vista del público y evitar el
deterioro de la reliquia, en el 1995 las monjitas instalaron monitores de
televisión que aumentan diez veces la imagen de la cápsula que contiene la
sangre del santo.
La sangre de un médico mártir se licúa. ¿Qué nos
dice Dios con este portento?.
Acaso no necesitamos este testimonio valiente de
quien dio su vida por la fe. Su sangre nos recuerda nuestra propia
responsabilidad de vivir la fe en un tiempo donde tantos caen en la apostasía o
simplemente en la indiferencia. Cuanto necesitamos el ejemplo de San
Pantaleón, quien supo vivir su profesión al servicio de Jesucristo.
Fuente: corazones.org
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