Algunas
imágenes de los misterios de la vida de Cristo, representan a Nuestra Señora de
la dulce espera. Y ahí está Él, en el vientre redondo y santo de María de
Nazaret. Allí está Él, en el seno bendito, madurado en novenario de lunas, cargadas
del misterioso diálogo con el ángel, que María de Nazaret fue saboreando al
compás del latido tenue que crece dentro suyo; corazón del amor hermoso,
inmaculado. Nueve lunas que condensan estrellas, para hacer un Sol
inconteniblemente grande. Sol es el Hijo de Dios: “el pueblo que vivía en
tinieblas vio una gran luz”. Un Sol que por ahora está escondido, gozando la
ternura del vientre de la madre; un sol que todavía no quiere llorar el ocaso
de sangre para el que nace.
En el vientre redondo madura de esperanza, crece el diálogo misterioso entre el hijo y su madre; diálogo que solo ellos saben, en el secreto del amor materno y filial. Mientras ella imagina un rostro, que más que de niño tiene fulgor de ángel; mientras ella le acaricia la piel en sus entrañas suaves, y lo espera anhelante, Él desea quedarse.
Con el surgir del Sol, de alguna forma, empezará el ocaso, le gritan algunas voces su presagio. Pero es el tiempo de empezar a vivir muriendo por nosotros. Volverá sobre el regazo tibio, cuando bajado de la cruz, comience a congelarse.
Pero nos queda tiempo. Ahora quiero verlo crecer; quiero ver crecer el Sol; quiero verlo salir del vientre de su madre; quiero verlo pensar con inteligencia de hombre y que nos hable de los lirios del campo, de los pastores y los pescadores, que cure los enfermos y me resucite la esperanza perdida. Quiero verlo trabajar con sus manos de hombre para que pueda yo darle sentido al trabajo difícil y pesado, de tantos hombres y mujeres del mundo, mis hermanos. Quiero verlo amar con corazón de hombre para creer que podemos cumplir su mandamiento.
Permíteme Señor, caminar al pesebre y encontrarte hecho hombre.
jesuita Guillermo Ortiz - Reflexiones en Frontera
En el vientre redondo madura de esperanza, crece el diálogo misterioso entre el hijo y su madre; diálogo que solo ellos saben, en el secreto del amor materno y filial. Mientras ella imagina un rostro, que más que de niño tiene fulgor de ángel; mientras ella le acaricia la piel en sus entrañas suaves, y lo espera anhelante, Él desea quedarse.
Con el surgir del Sol, de alguna forma, empezará el ocaso, le gritan algunas voces su presagio. Pero es el tiempo de empezar a vivir muriendo por nosotros. Volverá sobre el regazo tibio, cuando bajado de la cruz, comience a congelarse.
Pero nos queda tiempo. Ahora quiero verlo crecer; quiero ver crecer el Sol; quiero verlo salir del vientre de su madre; quiero verlo pensar con inteligencia de hombre y que nos hable de los lirios del campo, de los pastores y los pescadores, que cure los enfermos y me resucite la esperanza perdida. Quiero verlo trabajar con sus manos de hombre para que pueda yo darle sentido al trabajo difícil y pesado, de tantos hombres y mujeres del mundo, mis hermanos. Quiero verlo amar con corazón de hombre para creer que podemos cumplir su mandamiento.
Permíteme Señor, caminar al pesebre y encontrarte hecho hombre.
jesuita Guillermo Ortiz - Reflexiones en Frontera
Gracias Néstor Barbarito. Hermosas reflexiones las del Padre Guillermo Ortiz. Felicidades.
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