La Sagrada Biblia llama
“Santo” a aquello que está consagrado a Dios. La Iglesia Católica ha
llamado “santos” a aquellos que se han dedicado a tratar de que su
propia vida le sea lo más agradable posible a Nuestro Señor.
Hay unos que han sido
“canonizados”, o sea declarados oficialmente santos por el Sumo
Pontífice, porque por su intercesión se han conseguido admirables
milagros, y porque después de haber examinado minuciosamente sus
escritos y de haber hecho una cuidadosa investigación e interrogatorio a
los testigos que lo acompañaron en su vida, se ha llegado a la
conclusión de que practicaron las virtudes en grado heroico.
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