Gracias a Dios, el alma no sigue la dinámica del cuerpo. Ella suele crecer y enriquecerse en la medida en que los huesos duelen y protestan más. No es mérito nuestro, claro, sino del buen Dios que nos va preparando para lo que hay que dejar en esta tierra y empezar a disfrutar en el Cielo. Néstor.
Gracias a Dios, el alma no sigue la dinámica del cuerpo. Ella suele crecer y enriquecerse en la medida en que los huesos duelen y protestan más. No es mérito nuestro, claro, sino del buen Dios que nos va preparando para lo que hay que dejar en esta tierra y empezar a disfrutar en el Cielo.
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