COMPARTIENDO VIVENCIAS
SANTIAGO APÓSTOL
Desde mi más tierna infancia soñaba con hacer el Camino de Santiago. Este camino cruza varias provincias españolas hasta llegar a la Catedral de Santiago de Compostela en Galicia España, donde está enterrado Santiago el Apóstol de Jesús. En el 2011, el Señor me dio la oportunidad de llegar a la Catedral.
Subí las escalinatas embargada de emoción. ¡Tantos años soñando con este instante creyendo que nunca iba a llegar! Al arrodillarme frente a su tumba, pensé que estaba frente a los restos de un Santo que había compartido parte de su vida con Jesús y la Virgen María. Fue algo muy fuerte y me eché a llorar. Pasado el momento, subí por detrás del Altar Mayor, donde está la imagen del Santo para besarlo con unción y emoción. No me quería separar de él. Sin embargo una mano me tomó del brazo y me dijo: Elsa, nos tenemos que ir. Era mi primo Luis Alfonso que, junto con su esposa, nos habían acompañado a mi esposo y a mí, antes de seguir camino a Asturias, la tierra de mis padres y mi esposo.
Comencé a Caminar hacia la salida. Al pasar por el altar una monjita dijo: ¿Hay alguien que se atreva a leer la primer Lectura y el Salmo en castellano?”. No pensé en nada ni en nadie solamente dije: YO temblando de emoción. El Señor me regalaba su Diosidad y yo la recibía con gratitud y amor. No solo participé de la misa y leí la lectura y el salmo, sino que Dios me tenía preparada otra Diosidad que pocas veces se da: Ver en movimiento el Botafumeiro, un enorme incensario tomado del techo y manejado por 6 hombres que pasaba y pasaba por sobre mi cabeza y sobre todas las cabezas sentadas en la Catedral que seguían la misa. Yo no podía parar de llorar de emoción y de amor a ese Dios, mi Señor, que me había bendecido con tantos regalos espirituales que nunca olvidaré y que hoy quiero compartir con ustedes.
Deseo amigos que lean este relato y que, así como Dios me bendijo con tantas Diosidades, lo haga también con todos ustedes. Y que Santiago Apóstol interceda ante Dios para que les conceda las Gracias que necesiten. AMÉN.
Elsa Lorences de Llaneza
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