“MI NAVIDAD CON CRISTÓBAL COLON”
Después de una semana de profunda meditación a pocos días del nacimiento del Señor volví a sentir la energía luminosa suficiente para alejarme de mi cuerpo carnal y desplazarme a destinos desconocidos. En esa enigmática bilocación que me deparó el destino pude conocer a Don Cristóbal Colon. Visualice al Almirante mirando el fragante mundo que había encontrado. Estaba absorto admirando sus bellezas. Era una isla de un esplendor asombroso. Reparé que la llamaba de las Tortugas. Un valle paradisiaco por su esplendor y fertilidad poco común. Una de sus carabelas se dirigía hacia las tierras de un cacique llamado Guacanagari. No había viento, las velas no se hinchan y las naves seguían como quietas. El almirante a pesar de ser un hombre muy atento y vigilante, aburrido de ver la mar tan sosegada, a las once de la noche se va a dormir. Aprovechando que el jefe duerme, el timonel le da el mando del timón a un chiquillo poco avezado sin nada de experiencia. La primera nochebuena de los cristianos en la galera trascurría más que placida. El muchacho del timón también se duerme y la embarcación cae en una correntada que la empuja sobre un banco de arena. Despiertan sobresaltados y no atinan con las maniobras adecuadas. La Santa María se hunde. Un gran susto ¡Caramba, el Almirante tenía prohibido entregar el timón a los chiquillos ¡ ¡Qué barbaridad! la Niña está cerca y la costa también. Se salvan todos incluso los restos del navío que llevan a la playa con ayuda de los indios, su cacique y sus canoas. Don Cristóbal ve que este contratiempo en realidad es benéfico. No hay mal que por bien no venga. Con los restos de la Santa María construye un fuerte que será el primer establecimiento cristiano en el mundo. Se llamará NAVIDAD Observo que los náufragos españoles están dispuestos a quedarse. Hasta que el Jefe vaya a España y vuelva seguramente aprenderán la lengua, explorarán. Averiguaran sobre la corte del gran khan. Buscaran oro. Gozaran del apacible clima del caribe con las sabrosas frutas al alcance de la mano y las playas soleadas que invitan a la indolencia. Advierto que Don Cristóbal antes de regresar pone al fuerte bajo la mano de un escribano al que nombran como el alguacil llamado Diego de Arana. Y se va el Almirante. Me despierto sobresaltado. Con mis facultades normales al frente de mi computadora me pregunto sobresaltado. Lo vivido y narrado, fue tal vez un sueño, una imaginación delirante. Repasando la historia todo me pareció real. Mis viajes astrales fueron muchos. Y al igual que ustedes mis queridos lectores también me pregunto. Como es que estos cristianos se pasan la nochebuena durmiendo. Y es claro. Navidad se festejaba en navidad, no es su víspera. Los sacerdotes estaban autorizados a decir tres misas ese día: Una apenas pasada la medianoche, que celebraba el nacimiento temporal de Jesús en Belén. La segunda, del gallo, se decía en la aurora y solemnizaba el nacimiento de Jesucristo en el corazón de los fieles. La tercera, ya con el día claro, en homenaje al eterno nacimiento del Verbo en el seno del Padre. La costumbre de celebrar la nochebuena es muy posterior y nos viene de Francia. En francés Navidad se dice Noel y ellos tenían la tradición del Bonhomme Noel que repartía obsequios a los chicos buenos. Los pueblos barbaros del norte desde sus tiempos paganos tuvieron la costumbre de adorar al árbol de sus bosques, seguro refugio en sus climas helados. De manera que atestiguo como muy natural que el Almirante y su gente durmieran como Benditos su primera Navidad en estas tierras. Mis náufragos y sus anfitriones todavía no habían aprendido a hacer bailantas con guarachas y cuartetazos. Ni a vender cohetes, ni a tocar pitos por radio a medianoche. Tampoco a comer turrones, pavos ni apetitosos lechones. Cuando vuelva el Almirante no me encontrará. Mi aureola astral sin duda estará al disfrutando el nacimiento del Señor en el Fuerte de navidad
Dr. Jorge Bernabé Lobo Aragón
#Argentina #Tucumán#España
Feliz Navidad Dr. Jorge Bernabé Lobo Aragón. Que disfrute de una buena Nochebuena con su familia. Un abrazo para todos. Elsa Lorences de Llaneza
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