“LA PRIMAVERA ADORNA LOS VALLES”
En este Tafí del Valle -Tucumán -, eterno, perenne, inmemorial, el que todavía mantiene viva sus tradiciones milenarias con el canto de sus aguas, el claro sol que ilumina sus cumbres y el apretado aspapuyo que cubre sus vestigios ancestrales, florece una nueva devoción y se abraza con la primavera que amanece. El cielo radiante de la quebrada ilumina las sombras aterciopeladas de los contornos del cerro. Es mediodía y los rayos del sol caen en picada sobre centenares de siluetas que se esfuerzan en llegar. Comienza la primavera y el valle empieza a cambiar de color ensalzando la imprevisible agitación de la naturaleza misteriosa y eterna. Se hace lenta la subida desde la capilla de San Andrés, en la zona de “Las Carreras”, hacia la cima de “La Mesadita”. El ascenso por el cerro el pelao, sembrado de piedras, de pircas y de cactus en flor se hace imperceptible. Se siente vivo en el aire y en cada roca el canto del viento que se deja caer sobre la tierra agreste y la fibra de una de una baguala retumba a lo lejos. Cada paso es un arrojo que se recompensa con el ramalazo fresco de la montaña. Adelante van los violinistas y bombistos anunciado con su música alegre el paso de la Virgen. Sube la virgencita, entre los pajonales, enlazados por aybales en un enigmático silencio. Un mensaje de paz y unión se encumbra sigiloso para los pueblos de la región, bajo el signo de la Cruz. Se percibe en el camino el indestructible murmullo de aquellos Quilmes y Diaguitas cuya estirpe ha encontrado en sus devotos nuevas venas para seguir manteniéndose en el tiempo. En su ascenso por la cuesta, el atuendo de la Virgen de la eucaristía se entrevera con los infinitos matices de verdes que adornan las montañas. En sus brazos la Reina de los cielos, junto con el Niño Jesús, sostiene un racimo de uvas. Aunque el sol se esfuerza por entibiar la mañana en los picos los charcos del alba siguen congelados. La marcha continuaba lentamente, despreocupada, risueña al compás de bombos, violines y guitarra. El grito, el canto, el silbo, el rezo, toda la verdad cantada o llorada, los montes y los pájaros se deslizan hacia la pequeña imagen. Todo el entorno coronado por montañas blancas, y la luz del sol, en medio de esa inmensidad silenciosa, enciende aún más la figura esplendorosa. La Imagen de la Señora se desliza por el camino de la Fe rodeado por cuatro banderas. La argentina, la papal, la de Macha y la de los pueblos originarios. A cada paso los lugareños la honraban ataviados con sus mejores trajes a la Novia que subía a su altar. Los changos, hombres, mujeres, pájaros y violines elevan sus voces en aterciopelada mañana devolviéndole al viento las melodías del canto encendido. La figura de nuestra Señora engalanada con vivos colores, llegaba a la piedra escogida. Arribaba a su apacheta. El altar de piedra y jarilla se elevaba apuntando al cielo para honrar a la Madre de todos los tiempos. La madre tierra y la Pachamama, suministró la enigmática señal para que el tiempo pasado estallara sobre el presente, como el polen de las flores, añadiendo al rustico tabernáculo la imagen más perfecta de la libertad y liberación de la humanidad. El paisaje aceitunado de la quebrada, tan verduzco como el manto de la Señora de la Eucaristía se convirtió en una colosal Iglesia a cielo abierto. El atardecer del silencio volvió a adueñarse de La Mesadita. Pero la montaña no se quedó sola. Desde ese lugar privilegiado en donde se puede tocar el cielo con las manos la divina estrella protectora pide plegarias al mundo entero para acallar del Señor Justos enojos.
Dr. Jorge Bernabé Lobo Aragón
#Argentina #Tucumán #España
¡Quién pudiera volver a Tafí! Hermosos recuerdos de un tiempo pasado y que ya no volverá. Gracias Lobo Aragón. La Virgen lo bendiga. Elsa Lorences de Llaneza
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