El madero
¡Ay, Cristo, que yo no puedo!
No puedo con el madero.
La carga que tú llevaste:
La cruz con todo su peso,
por amarnos, por amarme…
Tú los perdonaste a todos:
Pedro te negó tres veces..
¡tiene las llaves del Reino!
A María la Magdalena
a la que apedrear quisieron,
defendiste con tu cuerpo.
Yo a los rencores me aferro,
Y, a veces, hasta los cuento:
Este me debe tal cosa,
a aquel no le perdono eso.
Tú fuiste a rezar al huerto;
Yo, minutos, más o menos.
La corona con espinas
te hizo derramar sangre.
Sangre en tus manos clavadas
y en el grito hacia tu Padre.
Callar ante los insultos,
Jesús... ¡No! ¡Yo no podría!
Con enfado, rabia y odio,
con furia contestaría.
¡Ay, Cristo, que yo no puedo!
¡No puedo con el madero!
Lo arrastraste sin quejarte;
yo, con mil llantos lo llevo.
Quizás a mí me parezca
que estoy cargando un madero.
Tal vez sea sólo una astilla,
pero es que… ¡tanto reniego!
Pienso que si comparara
mis pesares con los tuyos
no me quejaría tanto
sabiendo que existen muchos
que tienen otros más grandes
que los míos y aun sonríen.
Dan amor a manos llenas
a aquel que lo necesite.
Cuando los veo me pregunto:
¿Algún día seré como ellos?
Si Dios nos ha creado a todos:
¿Qué tienen que yo no tengo?
He oído hablar de la Fe,
que, dicen, mueve montañas.
Debe de ser cuerda fuerte
si tan lejos los arrastra.
Por lo tanto, Nazareno,
te ruego que tengas calma,
que yo buscaré esa cuerda,
un poco hoy, otro mañana.
Si mi corazón la encuentra
tiraré fuerte de ella
y la cruz ya no será
sólo clavos y madera.
Teresita de Antueno
Gracias Teresita por volver a publicar tus hermosos poemas. Dios bendiga tus dones. Elsa.
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