Catalina
dormía en su cuarto. Cerca de la medianoche escuchó que por tres veces
la llamaban por su nombre. Se despertó y vio un ángel, era como un niño
de unos cinco años y vestido de blanco, que le dijo: "Levántate pronto y ven a la capilla. La Santísima Virgen te espera".
Catalina vacila, pero el ángel responde a su preocupación interior y le
dice: "No temas, ven, yo te aguardo". Vestida Catalina, el niño
comienza a andar, y ella lo sigue. Por donde quiera que pasaban las
luces se encendían. El cuerpo del niño irradiaba vivos resplandores y a
su paso todo quedaba iluminado. Al llegar a la puerta de la capilla el
niño toca la puerta con su dedito y aquella se abrió al instante. Dice
Catalina: "Mi sorpresa fue más completa cuando, al entrar a la
capilla, vi encendidas todas las velas y los cirios, lo que me recordaba
la Misa de medianoche". El niño la llevó al presbiterio, y allí
Catalina se puso de rodillas, mientras el niño permaneció de pie todo el
tiempo al lado derecho. La espera le pareció muy larga. Por fin el
ángel le dijo: "Ved aquí a la Virgen, vedla aquí". Catalina oyó
como un rumor, como el roce de un traje de seda, junto al cuadro de San
José. Vio que una Señora de extremada belleza atravesaba
majestuosamente el presbiterio, "fue a sentarse en un sillón sobre las gradas del altar mayor, al lado del Evangelio".
Catalina en el fondo de su corazón dudaba si verdaderamente estaba o no
en presencia de la Reina de los Cielos, pero el niño le dijo: "Mira a la Virgen".
Le era casi imposible describir lo que experimentaba en aquel instante,
lo que pasó dentro de ella, y le parecía que no veía a la Santísima
Virgen. Entonces el niño le habló, no como niño, sino como un hombre muy
enérgico y con palabras muy fuertes: "¿Por ventura no puede la Reina de los Cielos aparecerse a una pobre criatura mortal en la forma que más le agrade?
Sigue leyendo esta hermosa historia...
No hay comentarios:
Publicar un comentario