SUEÑO II
Ayer tuve un sueño de feliz encanto,
un sueño de arlequines y alabastro,
un sueño que me acerca a los confines
de un cielo, concebido en azul claro.
Soñé al convertirme en ente alado
flotar por las llanuras de los cielos,
sembradas todas ellas, palmo a palmo,
por nubes de tisú y por bellos recatos.
Soñé que poseía dos grandes alas
cual si fueran paletas de molino,
movidas por el viento sin esfuerzos,
rompiendo el argumento del destino.
Soñé y soñé, que era yo un ser tan libre
con la brisa rosándome la cara,
y acariciando tenue mi ilusión perenne,
de quedarme para siempre flotando entre la nada.
Soñé en un horizonte de alhelíes
y en el rosa nacarado de tu espalda
y soñé, que la vida era tan bella
con tanta libertad en contacto con mi cara.
Y desperté llorando sin remedio,
cuando en el lecho tristemente comprendí
que el muy lejano cielo no es mi casa,
que en el tan solo las aves se deslizan
por ese inmenso azul, y en el descansan,.
Que yo, vivo atado al miserable suelo,
y el azul es para mí solo un anhelo
que quedará para siempre, en mí recuerdo
como un sueño feliz, que vuelve al corazón,
una ave… en vuelo.
Eduardo Martínez Zendejas
Ayer tuve un sueño de feliz encanto,
un sueño de arlequines y alabastro,
un sueño que me acerca a los confines
de un cielo, concebido en azul claro.
Soñé al convertirme en ente alado
flotar por las llanuras de los cielos,
sembradas todas ellas, palmo a palmo,
por nubes de tisú y por bellos recatos.
Soñé que poseía dos grandes alas
cual si fueran paletas de molino,
movidas por el viento sin esfuerzos,
rompiendo el argumento del destino.
Soñé y soñé, que era yo un ser tan libre
con la brisa rosándome la cara,
y acariciando tenue mi ilusión perenne,
de quedarme para siempre flotando entre la nada.
Soñé en un horizonte de alhelíes
y en el rosa nacarado de tu espalda
y soñé, que la vida era tan bella
con tanta libertad en contacto con mi cara.
Y desperté llorando sin remedio,
cuando en el lecho tristemente comprendí
que el muy lejano cielo no es mi casa,
que en el tan solo las aves se deslizan
por ese inmenso azul, y en el descansan,.
Que yo, vivo atado al miserable suelo,
y el azul es para mí solo un anhelo
que quedará para siempre, en mí recuerdo
como un sueño feliz, que vuelve al corazón,
una ave… en vuelo.
Eduardo Martínez Zendejas
MÉXICO
Mil gracias Eduardo por tu poema. Uno ya no tiene mas calificaciones que hacer Bendiciones Elsa.
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