CONFESIONES DE JESÚS A UN SACERDOTE
Confidencias de Jesús a un Sacerdote
Mons. Ottavio Michelini
1 de enero de 1976
¿QUE HARÁS, SEÑOR?
Con acción devastadora, Satanás despedaza con rabia a la humanidad, y en particular a la Iglesia.
En
efecto hoy en la Iglesia suceden cosas que no se pueden explicar
humanamente si no con el uso loco por parte de Satanás y de todas las
potencias del Infierno insidiando, instigando y atormentando almas.
Basta
ser un poco objetivos para darse cuenta de los sacrilegios realizados
en varias naciones a través de prensa, televisión, películas. Satanás no
perdona a nadie; ha entrado por todas partes, manda en la base de la
Iglesia y no ha perdonado al vértice.
El Papa, Mi Vicario sobre la tierra, debe moverse en medio de mil dificultades.
No
desciendo a los detalles de esta poderosa ofensiva del Infierno contra
mi Iglesia, contra los hijos de Dios. Es más que suficiente lo que
podéis ver con vuestros propios ojos, aunque refleja sólo en parte
aquello que vosotros no podéis ver.
— ¿Qué harás Tú, Señor, para no permitir que la Iglesia tenga que sucumbir?
Te repito que, si las aguas podridas continúan subiendo, no se debe sólo a la venenosa acción del Infierno.
Pesan
responsabilidades también en el alma de los pastores, sacerdotes y
religiosos que no han reaccionado como se debe a las insidias del
Enemigo, que no han contenido el mal. No raras veces han secundado los
planes del demonio, otras veces se han convertido en los ejecutores.
Dolorosísima realidad que ha aumentado la osadía de las fuerzas del mal y
debilitado enormemente las fuerzas del bien.
¿Qué cosa he hecho y hago Yo?
Yo
soy la Vida, y la vida es movimiento que tiende al bien de las almas a
las que amo y quiero salvar. He suscitado grandes santos; he mandado a
mi Madre que se ha manifestado en tantos lugares y a tantas personas.
Ya
he dicho que no pocas intervenciones de Mi Madre, han sido atacadas y
negadas como auténticas por temores injustificados, por respeto humano.
Para evitar molestias se busca la paz, pero así no se podrá tener la paz
verdadera.
— He escogido para mi Iglesia Pontífices santos.
— He suscitado movimientos para la santificación del clero.
— He querido y promovido el Concilio.
Si
todo lo que he promovido en mi Iglesia hubiera sido acogido con una
inteligente y eficaz respuesta, con una adecuada movilización de todos
los consagrados, como por lo demás Pío XII, con una afligida llamada
pidió a toda la Iglesia, las aguas turbias no habrían alcanzado su nivel
actual.
Tú me preguntas, hijo, que qué hago por salvar a mi Iglesia. Continúo vertiendo mi Sangre, aun si es profanada sacrílegamente.
Los verdaderos carismáticos
He
mandado mi Espíritu que es amor. Es fuego que arde, que transforma, que
ilumina y calienta, que purifica y vivifica y alienta en muchas almas
que vosotros llamáis carismáticas.
Las
he suscitado en toda la Iglesia; pero también entre éstas Satanás se ha
insinuado sembrando ambiciones, rivalidades, divisiones. Estas almas
deben permanecer unidas espiritualmente y poner los dones recibidos al
servicio de la Comunidad eclesial.
Los verdaderos carismáticos son escogidos por el Espíritu Santo en la Iglesia, para la Iglesia. No son Iglesia.
La Iglesia fundada por Mí es la jerárquica.
El carisma está destinado al bien de la comunidad.
Los
carismáticos se completan y se integran en la unidad espiritual entre
ellos (también en la distinción de sus misiones particulares) y con la
Jerarquía.
El
carismático es un instrumento del Espíritu Santo y, como tal, debe ser
dúctil y disponible para la realización de un plan que ni siquiera él
conoce en su amplitud, pero que es conocido por la Providencia divina
que ha dispuesto este plan.
El
carismático es el administrador de un tesoro para el bien de todos; no
puede apoderarse de él para sí ni por un instante; ay si se deja
disuadir de este fin. Quien tiene un tesoro a su custodia, vigila para
frustrar cualquier tentativa del enemigo de arrebatárselo.
Vosotros,
peregrinos sobre la tierra, de señales, llamadas y prodigios ¡cuántas
habéis tenido de mi Madre, de mis Santos, cuántas!... Pero las tinieblas
de la soberbia han vuelto ciegos a fieles, sacerdotes y hasta a algunos
pastores. Se ha rechazado la luz, se han rechazado las intensas
llamadas interiores y exteriores por lo que os habéis alejado cada vez
más de Dios.
— ¿Qué sucederá Señor? ¿Qué sucederá, Jesús mío?
“Ya sabes lo que sucederá.
Misericordia
y Justicia divina no pueden tolerar que se continúe, con monstruosa
ingratitud poblando el Infierno. Dios no puede tolerar más allá que el
orden establecido (orden moral, social, internacional, mundial), sea tan
descaradamente trastornado por el Enemigo. No puede tolerar que el
Rebelde y sus legiones tengan que gobernar todavía en la humanidad por
Mí redimida.
Te
lo repito, y se lo metan bien en la cabeza Obispos y Sacerdotes, que el
inimicus hominis (enemigo del hombre) ha entrado en la viña y también
porque aquellos a los que estaba confiada no han vigilado, no la han
cercado y defendido con los medios a su disposición. Hagan un severo
examen de conciencia sobre esto.
¡No
se desarma frente a un enemigo aguerrido y siempre al acecho!
Debilidades, necedades y ambiciones han sido las puertas abiertas al
Enemigo. Relajamiento de religiosos y religiosas, de consagrados en
general, que se han adaptado mansamente a las astucias del Enemigo a
través de un neopaganismo, fueron otras tantas barreras caídas.
La
proliferación de teorías infectas de algunos teólogos sedientos, más
que de verdad, de sí mismos, ha aumentado el caos en mi Iglesia. El daño
acarreado a las almas no es evaluable por la mente humana.
Sólo Yo, eterno Juez, veo la gravedad de ello, la amplitud de su medida, valoro la responsabilidad y las consecuencias.
Estos
teólogos han pisoteado a Dios, han traspasado mi Cuerpo Místico, han
profanado mi Sangre, han encaminado muchas almas por el camino de la
perdición. Siervos y colaboradores de Satanás han levantado la cabeza
soberbiamente contra mi Vicario para repetir el diabólico grito: "Non
Serviam" (No serviré).
Si estas serpientes no se convierten, perecerán entre las llamas del Infierno, de ese Infierno en el que se han negado a creer.
Yo soy Juez de infinita Misericordia pero también de tremenda Justicia.
Abundan los tibios
Irás, hijo mío, a llevar los mensajes a Obispos y Sacerdotes. Mediten en las responsabilidades que pesan sobre su conciencia.
Te
dije que no faltan obispos santos y excelentes sacerdotes, pero
desgraciadamente abundan los tibios, los indiferentes, los presuntuosos;
no faltan los herejes y los descreídos.
¿No parece esto absurdo y anacrónico? Sin embargo es la realidad.
¡Reza,
hijo mío! No te canses, ofréceme tus sufrimientos. Quiero hacer de ti
una lámpara encendida, instrumento en mis manos para la salvación de
tantos hermanos tuyos.
No te preocupes de las opiniones de los hombres.
No separes tu mirada de Mí que te amo.
Te bendigo, juntamente con los que colaboran contigo para la difusión de mis mensajes.
(Confidencias de Jesús a un Sacerdote – P. Ottavio Michelini)
Hermoso Bosco Ortega. Gracias por tu compartir.
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