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Reconocen las virtudes heroicas de la madre María Benita Arias
Lunes 27 Ene 2014 | 12:17 pm
Buenos Aires (AICA):
El papa Francisco reconoció hoy las ¨virtudes heroicas¨ de la religiosa
argentina María Benita Arias, primer paso para iniciar su proceso de
beatificación. Francisco se reunió hoy con el prefecto para la
Congregación de las Causas de los Santos, cardenal Angelo Amato SDB, y
autorizó a su Congregación el reconocimiento de las ¨virtudes heroicas¨
de la fundadora de las Siervas de Jesús Sacramentado, María Benita Arias
fue célebre por su dedicación a los pobres. En 1872 comenzó a formar la
congregación de las Siervas de Jesús Sacramentado, que se fue
extendiendo por la Argentina y por otros países.
María Benita Arias,
nació en la Carlota el 3 de Abril de 1822, hija natural de Rafaela
Arias. Fue bautizada el 30 de Mayo del mismo año, en la capilla dedicada
a Nuestra Señora de las Mercedes. Después del nacimiento, la niña, fue
confiada a los esposos Manuel Mena y Florencia Videla: él era pardo y
ella india. Podríamos decir que la criatura sufrió un doble desamparo,
quedando prácticamente huérfana, no obstante, halló en los morenos
excelentes padres adoptivos.
Años
después, María Benita, al conocer de cerca las miserias y los abandonos
que sufrían muchas criaturas, se sintió embargada por la compasión y
volcó hacia ellos sus desvelos para asistirlas, promoverlas,
salvarlas... Y, para esto, no se avergonzaba de pedir limosnas y de
remolcar por las calles un carrito, con el que iba a los mercados a
solicitar la colaboración de los puesteros. Sirviendo a los pobres,
expresaba su gratitud a Dios y, amparando a los necesitados, devolvía
con creces a la sociedad los beneficios recibidos. Por eso: ”Su historia
no debería escribirse, sino cantarse, porque toda ella es un poema de
humanidad” (Galileano.
María
Benita llevaba una vida tranquila en La Carlota (Córdoba), mimada por
los padres adoptivos. Ayudaba en las tareas de la casa, acompañaba a la
madre que ofrecía sus servicios a las familias vecinas y admiraba al
padre que sabía ingeniárselas en todos los oficios y, además, los
alegraba con los rasgueos de la guitarra. Lamentablemente, a los 7 años,
esa vida diáfana fue trastornada por la irrupción de los parientes de
Benita que iban en su búsqueda. Los tres se abrazaron llorando. Solo una
cosa sabían: - Que no querían separarse.- Entonces tomaron la decisión
extrema de darse sigilosamente a la fuga, sin dejar rastros de su
paradero. Aprovechando la confusión reinante Mena y su familia,
prepararon sus bártulos y su carruaje, e incorporándose a una tropa de
carretas que desde Córdoba descendía a Buenos Aires, llegaron hasta el
actual Salto (Buenos Aires).
En
las familias de Salto, a las que Florencia ofrecía sus servicios,
destacaba la de Eustaquio Sierra, quien era un antiguo hacendado y una
persona muy respetada. María Benita acompañaba a su madre. Muy pronto
los Sierra se dieron cuenta que Benita era una niña privilegiada por su
sensibilidad, inteligencia y bondad y se prendaron de esa criatura. Más
aún, don Eustaquio se ofreció a enseñarle a leer, escribir y hacer
cuentas. Así ella aprovechó esas enseñanzas para estudiar el catecismo y
prepararse para la Primera Comunión.
La familia Sierra
acudía periódicamente a Buenos Aires, tanto por motivos comerciales como
religiosos. Muchas personas del interior del país solían venir a la
Capital, para hacer sus retiros anuales en la Santa Casa de Ejercicios.
Los Sierra, al conversar con Benita, excitaron en ella el deseo de
asistir a una de esas tandas. La Santa Casa de Ejercicios fue fundada
por María Antonia de Paz y Figueroa. En la primavera de 1839, Benita
arribó a Buenos Aires y se asoció al grupo de colaboradoras en la obra
de los Ejercicios Espirituales, llamadas beatas o laicas consagradas. En
esa Santa Casa Benita hizo sus Ejercicios Espirituales.
María
Benita se sintió cautivada por la vida piadosa y caritativa de las
beatas y poco tiempo después, ingresó ella también en la Santa Casa, con
el deseo de consagrarse a Dios. Por su inteligencia, laboriosidad y don
de gentes, ocupó sucesivamente los cargos de: maestra, encargada de las
jóvenes asiladas, sacristana, directora de las ejercitantes, ecónomo,
maestra de novicias y secretaria de la rectora. Durante los treinta años
que moró en esa casa, se distinguió por su gran sentido eclesial,
extraordinaria devoción eucarística, espíritu apostólico y caritativo,
por su vida pobre, obediente y abnegada.
Siguiendo
el impulso del Espíritu, Benita intentó modificar a la comunidad de las
beatas en una verdadera Congregación de Hermanas con los votos
religiosos. Al resistirse la mayoría de las compañeras, ella dirigió sus
pasos hacia la Fundación de un Instituto para mayor Gloria de Dios,
salvación de las almas y esplendor de la Iglesia, mediante la Adoración
Eucarística, los Ejercicios de San Ignacio y la asistencia a las niñas
pobres y desamparadas. Luego de presentar a varios Arzobispos su
proyecto sin tener contestación favorable, con toda audacia viaja a Roma
para someter al Santo Padre Pío IX sus aspiraciones, quien la iluminó
con sus consejos y la alentó a seguir y como primer trámite, le indicó
la redacción del Reglamento para la futura Congregación. Para cumplir
mejor el encargo del Papa y sentirse inspirada por el místico ambiente,
María Benita se dirigió a Tierra Santa y, a su regreso, presentó el
trabajo al Santo Padre, quien lo aceptó, la alentó y la bendijo.
Benita
regresó a Buenos Aires y presentó a la Curia Metropolitana el rescripto
favorable del Papa. Finalmente, después de profundas penas y
decepciones, consiguió la aprobación del Arzobispo, Monseñor Federico
Aneiros, el 9 de Noviembre de 1872, con esta autorización, comenzó a
congregar a sus primeras compañeras con las que formó las “Siervas de
Jesús Sacramentado”.
La
fundación tuvo su iniciación y su centro de actividades en la Capilla
del Carmen (Rodríguez Peña y Paraguay). En el año 1873 ya funcionaba lo
que sería la Casa Madre, que disponía de una escuela gratuita para niñas
del barrio, un taller de costura, cuya producción aumentaba los magros
ingresos, y el Orfanato del Carmen. El 21 de Noviembre de 1876,
festividad de la presentación de la Virgen al Templo, la sierva emitió
sus primeros votos con otras tres compañeras de la misma capilla del
Carmen, quedando así fundado el Instituto.
En
Marzo de 1874, se iniciaron las clases en los salones construidos en
Yatay esquina Corrientes y en Agosto la Madre María Benita, compró el
resto de la manzana con una donación de la Señora Estanislada Fernández
de Martín. En ese mismo solar el 11 de Junio de 1893, se colocó la
piedra fundamental de la espléndida Iglesia en honor de Jesús
Sacramentado, gracias a la ayuda económica de los esposos Santos Unzué y
Carlota Díaz de Vivar.
Desde
ese momento, debido a las numerosas vocaciones, la Madre Benita pudo
abrir otras casas en varias partes del país, sobre todo, en los lugares
donde las dificultades y las carencias eran mayores. Entre esas obras
destacamos la Casa del Carmen y la Casa de Jesús. El corazón comprensivo
de la Madre se desplegó en la asistencia a los enfermos en los
hospitales. La Congregación aceptó la atención de cuatro importantes
Hospitales: El Hospital Fernández o Sifilocomio, por haber estado
destinado a las víctimas de la prostitución; el Hospital Muñiz, para las
enfermedades contagiosas; el Hospital de Vieytes, para hombres dementes
y el Hospital Tornú para tuberculosos.
El
Dr. José Penna, responsable de la Salud Pública, les dirige un elogio
extraordinario, bien merecedor de ser conocido e imitado: “La Hermana
de la caridad, beatifica y suaviza el ambiente sombrío y triste del
hospital, comunica e infunde valor y resignación al desvalido que el
dolor abate o la muerte espera. Y en todos los casos expande en ese
medio, huérfano de sentimientos, el cariño y el amor del hogar
distante...”
La
Madre Benita falleció en Buenos Aires el 25 de Setiembre de 1894 a los
setenta y dos años de edad. Su proceso de Beatificación está avanzando
hacia la futura glorificación.
Elsa Lorences de Llaneza
Y claro que está avanzando gracias a nuestro Papa y desde que yo hice este resúmen para La Liturgia Cotidiana a pedido del Padre Hernán Pérez Etchepare. Me enorgullece por ser una próxima Beata Argentina. Se lo merecía. Que ella nos proteja. AMÉN. Elsa
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