LA DESPEDIDA
Para el fin de semana largo, Juan y María con sus tres hijos iban a
visitar al abuelo Beto y al tío Alberto. Cada tres meses les hacían una visita.
Pero esta vez sería distinto, sabiendo que la salud del tío no era buena. Así
lo había comunicado el abuelo Beto. Para regalarle el tío, Rocío, la más
pequeña, había dibujado una rosa roja y amarilla, agregándole un cartel que
decía: ¡Te quiero mucho!
El tío Alberto -según él se decía
solterón de nacimiento-, adoraba a sus sobrinos, jugaba con ellos como un chico
más, y las veladas a su lado eran toda alegría. Al llegar a Zárate, lugar donde
siempre hacían una parada, fue muy grande la sorpresa. Los estaba esperando el
tío Alberto. Abrazos, besos y preguntas.
-Quise adelantarme a recibirlos. Los quiero mucho. Ustedes me han
ayudado a vivir.
Rocío le entregó con sus mimos la pequeña rosa española, y dos lágrimas
brotaron de los lánguidos ojos del tío. Todo sucedió en breve tiempo. Contentos
y felices se despidieron como si fuera la última vez, y reanudaron el viaje.
Alberto les dijo: -Sigan que yo cargo nafta y los alcanzo. Seguro que llego
primero.
Durante todo el camino miraban hacia atrás, pero al tío no lo veían.
Llegaron a destino y el abuelo Beto los recibió muy acongojado diciéndoles:
-Hace hora y media que falleció, nombrándolos a todos.
Al acercarse al cuerpo del tío Alberto, su rostro dibujaba una sonrisa,
dos lágrimas asomaban a sus ojos entornados, y entre sus manos sostenía la rosa
roja y amarilla.
María Angélica Salguero
San Nicolás, agosto del 2013
Muy buena tu inspiración María Angélica. Felicitaciones
Muy lindo el cuento, pero también muy triste
ResponderEliminarIsabel Dumery
me agradó mucho el relato
ResponderEliminarMaría Angélica Salguero, escribes cosas muy lindas, Isabel Dumery
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