Mustio como aquel árbol que aún no ha florecido
yerto cual ese arbusto seco y descolorido,
así su pobre alma sin remedio moría
y su espíritu alegre, triste languidecía.
El ímpetu del Viento derribó el tibio nido
y él sintió que su hogar estaba destruído,
que ya no había remedio a tan honda desgracia
ni quedaba esperanza de salvar lo perdido.
Hundido entre sus males, su mirada en la nada
fue calmando su angustia y secando sus lágrimas
y comenzó a observar lo que antes ni mirara
descubriendo el lenguaje con que el zorzal le hablaba.
Aprendió a contemplar lo que lo rodeaba
y nuestra Madre Tierra le brindó su enseñanza.
Atesoró secretos que el Cielo le confiaba
y supo que era parte de ese "Todo" que amaba.
Corría por sus venas llenándolo de Vida
la Savia que nutría cada flor, cada planta
y el regalo del Sol asomándose al Alba
lo invitaba a estrenar una etapa de Gracia...
el Tiempo de gozar con ojos bien abiertos
el don de su existencia, maravilla del Cielo
y sentir otra vez como un niño asombrado
su fuerte corazón palpitando de nuevo.
"Al volver a su huerto vio todo diferente
y con mucha atención se acercó a su manzano,
se alegró porque el frío no lo había matado...
y una vez más la Vida ¡repitió Su Milagro!"
Susana Mirta Piñeiro de Valli
mirtapieiro@hotmail.com
Plottier (Prov. del Neuquén)
Gracias Susana. Una colaboradora permanente del Blog y de la Liturgia Cotidiana. Bendiciones.
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