El arzobispo de Buenos Aires presidió la
misa con esta intención y rogó a María de Luján: "Madre recibe en tu
regazo materno a todos nuestros fieles difuntos de la comunidad
nacional".
El arzobispo de Buenos Aires, cardenal Mario Aurelio Poli,
presidió en la catedral porteña la misa por la Jornada Nacional de
Oración por los fallecidos en la pandemia. Concelebraron los obispos
auxiliares Enrique Eguía Seguí; Joaquín Sucunza; Gustavo Carrara y Juan Carlos Ares junto con el rector de la catedral Pbro. Alejandro Russo.
"La oración que hacemos en común -recordó en la homilía-, tiene la
virtud de ser un bálsamo para nuestras heridas y llenar nuestros
corazones con el consuelo y la esperanza que nos da la resurrección de
Jesucristo”.
“Hoy queremos encomendar a Dios, amante de la vida, a los que desde
el comienzo fueron solo cifras en los medios, pero conforme pasaron los
meses los decesos fueron aumentando y pronto dejaron de ser una
percepción lejana, una insensible estadística, para golpear a la puerta
de nuestro corazón, de nuestro más caro sentimientos cuando la muerte
aconteció en nuestro círculo de convivencia, en nuestros barrios, con
nuestros vecinos”. “Sufrimos en silencio cuando vimos que la enfermedad se llevaba a
nuestros queridos abuelos y luego avanzó sobre nuestras familias
-padres, hijos y hermanos-. Todos sentimos la cercanía del peligro y se
hizo carne al conocer la suerte de conocidos, compañeros de trabajo y
amigos”, agregó.
Al referirse a la conmoción que causó pasar por la experiencia de no
poder despedirse con el afecto de los seres queridos, el purpurado
porteño reflexionó: “La oración que hacemos en común tiene la virtud de
ser un bálsamo para nuestras heridas y llenar nuestros corazones con el
consuelo y la esperanza que nos da la resurrección de Jesucristo. Y
sobre esto tenemos una palabra, como dice la Escritura basados en la
Palabra de Dios, en la que se afirma el mensaje que queremos transmitir:
Cristo murió y volvió a la vida para ser Señor de los vivos y de los
muertos”.
“En Él hemos puesto nuestra confianza, sabiendo que la esperanza no
defrauda porque el Señor Jesús nunca nos decepciona. Si nuestra fe se
afirma en Él, tenemos el convencimiento de que la muerte ha sido
vencida, ya no es la última palabra. Con serena firmeza decimos que
nuestros fieles difuntos viven. Sí. Dice el Espíritu: ‘de ahora en
adelante ellos pueden descansar de sus fatigas, porque sus obras los
acompañan’. Y ese es el mayor consuelo de nuestra fe cristiana”.
El cardenal Poli aseguró que “ante la triste experiencia de la
partida de nuestros seres queridos, Dios no nos ha dejado en el
desconsuelo y la desesperanza; ha escuchado siempre la oración de sus
hijos que se eleva diciendo: ‘Señor, tú que nos diste la inmensa
dignidad de ser tus hijos, no permitas que el pecado y la muerte
destruyan en el hombre el ser divino’”.
“Para recuperar la serena alegría del camino que nos falta, nuestra
fe nos enseña que la Eucaristía que estamos celebrando posee la virtud
de abarcar el Cielo y la Tierra, el tiempo y la eternidad; y ningún otro
signo de nuestra realidad refleja la luz que no tiene fin del mundo
espiritual que nos espera. No existe en la peregrinación por este mundo
nada semejante a este admirable sacramento que nos dejó Jesús en la
Última Cena”.
El primado argentino señaló que “San Pablo hoy nos saca de la
ignorancia cuando nos exhorta a que no estemos tristes como los que no
tienen esperanza, porque nosotros creemos que Jesús murió y resucitó. De
la misma manera, Dios llevará con Jesús a los que murieron con Él. Con
la fe de la Iglesia decimos que nuestros amigos están en las manos de
Dios que manifestó su poder a través de su misericordia”.
Tras rezar la Oración a San José y encender una vela junto con los concelebrantes, el obispo auxiliar de Buenos Aires, monseñor Joaquín Sucunza, guió una oración especial por los fallecidos por coronavirus.+
Hermosa ceremonia que nuestros muertos merecían. Que descansen en paz. Elsa Lorences.