MANUEL DE LUJÁN
Candombe
Esclavo de Cabo
Verde,
en la pampa no se
pierde,
aquel Manuel de Luján.
Mota bruna , en
pleno día,
africano en lejanía,
pobre, sin
patria, ni pan.
En su tierra,
perseguido,
en Brasil, ya fue
vendido,
golpes y grillos,
le dan.
Carga de lomo, el
trabajo,
ciervo de gleba y
destajo:
los negros,
vienen y van.
Árbol solo, era
el paraje,
la tregua de
tropa y viaje,
la posta que
otros tendrán..
De Rosendo, fue
la estancia,
solitaria en la
distancia,
costa del río
Sehuyán.
Allí, paró la
carreta
y fue la divina
meta
del cielo y de su
afán.
La imagen de la
Señora,
quiso, así, tener
su aurora
donde, ahora,
todos van.
Dos veces, se la
llevaron,
más dos veces, se
asombraron:
al volver Ella al
lugar .
A su talla
pequeñita,
alzó Manuel una
ermita
donde poderla
cuidar.
Con cebo le hizo
las velas
y le alumbró las
candelas
que puso al
modesto altar.
Larga barba de
patriarca,
anciano, cuidó
ese arca,
desde joven, fue
su hogar.
Toda su vida,
vigilia
de la única
familia
que en su Amita
pudo hallar.
El viernes, le
avisó Ella
que subiría a su
estrella
y el sábado en
gloria estar.
El fiel Manuel,
fue testigo
y el hijo,
hermano y amigo
del milagro de
Luján.
América, su
destino,
tan sureño y argentino,
primer santo de
Luján.
Letra y música: Bosco Ortega
Es verdad Bosco. ¡Cuántas veces nos olvidamos de Manuel el negrito de Luján cuando mencionamos a la Virgen! Gracias querido amigo. Muy hermoso tu poema. Elsa.
Maravilloso reflejo de un alma especial mucho mas blanca que su piel, en AMOR a María no hay muchos que lo igualen, gracias por este recuerdo Unidos en ese AMOR, Mariel Florentino
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