Las horas
pasan y la cruz del tiempo
agujerea con
sus clavos fríos
el paso
cansino de los viejos.
La corona de espinas
tiene nombres
que, cada
uno, llena de recuerdos
y la lanza
filosa del olvido,
se hunde
implacable en su pecho.
Las horas
pasan y la cruz del tiempo
ha vencido
sus piernas vulnerables,
porque está
muy solo y perdió sus fuerzas.
Sin embargo,
sonríe y justifica
a aquellos
por quienes dio su vida,
aunque tibias
e inoportunas lágrimas
se deslicen
por su piel rugosa
para gritar,
en silencio, que aún vive.
¡Cuánto tiene
el abuelo para darnos!
¡Con qué
trocitos de amor, él se conforma!
Ya no amasa
materia, sólo sueños
que quiere
infundirle a su gente
y rescatar
pedazos de ternura.
Aún podemos
recapacitar...
Aún podemos
enriquecernos
con sus
valores y con su experiencia;
con su
generosa sabiduría,
o con la
dignidad de sus carencias.
Aún podemos
escuchar y compartir,
recuperar
paciencia y gratitud,
ofrecer un
abrazo, una sonrisa
y recobrar,
contritos, la conciencia.
Aún podemos
sembrar sin mezquindad
"pues
Dios ama al que da con alegría" (1)
y aunque sea
una ofrenda pequeñita
la
transforma, el Señor, entre sus manos...
Quizá , hoy,
nos señale el indefenso
para donarnos
su Misericordia.
¿Acaso por la
cuesta del Calvario
no camina Jesús
con cada abuelo?
Nelly Esther Vichic de Ferraiuolo
Sí, Nelly, no te quepa dudas. "Aún podemos" Y la mayoría puede llegar de otra manera, por suerte, no como "viejos", sino como ancianos con propuestas distintas y con una mirada puesta en el futuro de gran esperanza. Gracias por tu hermosa colaboración.
Los/las abuelas tenemos tantos silencios y soledades acumulados... tiempos de espera de un llamado, un abrazo y el tiempo pasa sin que los hijos y nietos aparezcan.
ResponderEliminarUna ofrenda? Un Calvario? UNA ESPERANZA
María del Carmen
Tan cierto, a medida que me van pasando los años voy comprendiendo cada vez más estos sentimientos que me van alcanzando en mi vida cotidiana. Lo más hermoso es ese seguir dando con amor y alegría
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