viernes, 26 de junio de 2015

POEMA: Eduardo Martínez Zendejas. EL CORREDOR

Luces rojas, alaridos largos, sirenas agudas
que alertan el campo, polvo y gritos, dolor u espanto,
ojos que se apagan, brillo de luz en quebranto,
un reloj, una pared blanca y extraños olores que inundan
la estancia, las luces que vuelven, la conciencia clara
y un mundo de magia que pronto me encara.

Sobre fría mesa rodeando algún cuerpo, un grupo
de seres con manos que danzan, con voces serenas
pero autoritarias, hacen febrilmente su labor extraña.
El reloj sin prisa los minutos marca, volteo hacia el cuerpo,
con sus botas negras ¿Y esos pantalones? Y en ese momento
una dama de blanco hábil esfacela la prenda de malla.

Titilan las luces, la fuerte descarga me nubla la vista,
y ese pobre cuerpo se retuerce inerte al potente influjo
de esa maquinaria y nuevamente el hombre aplica en el pecho
el choque que busca encender la llama, ya más tarde el grupo
en hombros caídos se retiran lento rezando algún salmo,
¡La muerte insolente ganó la batalla!

Me acerco en silencio ¡Y un grito de alarma! me brota sincero
del fondo del alma, ¡Dios mío, es mi cuerpo, parece imposible!
No, no entiendo la causa, y allá entre la bruma de mi mente
brotan recuerdos de luces, la gente aclamaba, las motos
volaban sobre de la pista y de pronto, me pierdo en un remolino
de dolor y espanto

Y ahora postrado sobre yer5ta mesa se encuentra mi cuerpo
¿Muerto? aun con alambres en mi frágil pecho, y todos los sueros
que antes me aplicaban, bailan una danza tétrica y macabra.
¡Señor, estoy muerto! Esto es como un sueño, y por mi memoria
va como una cinta lo malo y lo bueno que en vida lograra,
y desfilan solemnes en mi fantasía los buenos momentos y mil,
y otras mil caras.

Me sacude un viento y de pronto, una puerta ¡Oh Dios, es mi casa!
Ahora un hombre llama, él, mi gran amigo de todos los tiempos,
felices corrimos todos los caminos conquistando damas, y corriendo
la moto jugamos el juego, fuimos corredores de motos y luego...
mis padres cansados, con sus ojos tristes, recibiendo estoicos
la amarga noticia que ya conocían por bocas extrañas

Y el largo velorio, donde  el cruel silencio confundiase a veces
con un llanto quedo, después el sepelio, sobre de mi cuerpo
mil flores pusieron ¡Mas yo, sigo vivo!, como si estuviera dentro
de mi cuerpo, me acerco a mi novia y le doy un beso, y solo así
confirmo que el tiempo vivido acabó mi tiempo, mi dulce Consuelo,
no ha sentido acaso la caricia grata de mi tierno beso.

Mas tarde el destello, y mil luces muy blancas me atraen hacia el cielo,
y mis ojos recorren siluetas tan bellas, son mis familiares
que en recepción tierna me vuelven sereno el triste momento,
y luego me pierdo trasponiendo el tiempo y con forma no humana,
me fundo en el cielo.

EDUARDO MARTÍNEZ ZENDEJAS
MÉXICO

Es un bello poema que habla de la vida después de la vida, ojala te agrade

Querido Eduardo: Excelente tu poema. ¿Cómo no me va a agradar tu poema si yo soy una loca buscadora desde hace años buscando científicamente este tipo de cosas? Eres un gran poeta. Dios te bendiga. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario