domingo, 8 de julio de 2018

REFLEXIÓN: DESNUDO Y DESPOJADO NÉSTOR BARBARITO

DESNUDO Y DESPOJADO

Dice Romano Guardini en su libro El Señor, que «Durante la agonía de Jesús en la Cruz, María está a su lado, destrozado el corazón por el sufrimiento. Está esperando una palabra de su hijo, el cual le dice, mirando a Juan: Mujer, he ahí a tu hijo. Y al discípulo: He ahí a tu madre (jn.19, 26/7). Quedaba expresada en estas palabras la solicitud del hijo agonizante, pero el corazón de María capta, ante todo, otro sentido: […] Él la aleja de sí. Está completamente absorbido por la “hora” que “ha llegado”, grande, terrible, ilimitadamente exigente, que lo presenta ante la justicia divina en completa soledad y cargado con el peso del pecado» (1ª parte, II La Madre).
Este párrafo del admirado teólogo, me dio tema para un momento de oración que derivó en meditación, como es habitual en mí, y  ahora quiero poner  por escrito, que es como puedo esclarecer y fijar mejor las ideas, ya que sin dudas, no habrá de ser esta la última vez que medite u ore sobre estos cimientos.
Había llegado “su hora”. La hora en que se iba a “cumplir todo” lo que Él había venido a realizar en la tierra por voluntad del Padre. Para eso era preciso que Él se quedara absolutamente solo. Los primeros en alejarse ante el peligro, habían sido sus discípulos. Sus amigos más íntimos, los apóstoles, con excepción de Juan habían huido. Sólo quedaban allí, con aquel muchachito, unas  pocas mujeres que acompañaban a la Madre.
Había sido desnudado, humillado, golpeado y lacerado, Y Él se despoja ahora también de Ella, la Madre, que -también en palabras de Guardini- «se lo había dado todo, su corazón, su sangre, toda su capacidad de amar». Para que nada ni nadie pudiera, aunque fuera sólo de un modo espiritual o afectivo, ayudarlo mínimamente a cargar con su tarea, «no quiso ser ni hijo suyo siquiera, y se hizo sustituir por el discípulo». Era su propósito quedarse absolutamente solo. ¡Aquella era SU misión!
Llegado a este punto de la meditación, por esas cosas que suele tener la mente, que en los momentos más serios pueden atravesarla pensamientos tan dispares, recordé aquella expresión del boxeador Oscar “Ringo” Bonavena cuando dijera: “Cuando en el ring suena la campana te quedás solo. Ni el banquito te dejan”. Y en medio de mi grave meditación, sin pretenderlo me floreció una sonrisa en los labios.   
Pero por su Naturaleza divina estaba absoluta e indisolublemente ligado al Padre y al Espíritu Santo. Conformaba con ellos la Trinidad Santa. La Encarnación no lo había separado de ellos, ya que en Él convivían la naturaleza humana, con la divina. Sin embargo, en la Cruz Él iba a vivir la soledad y el desamparo con tal intensidad; sentiría tan en lo hondo de las entrañas el dolor de ser igual al hombre en todo, excepto en el pecado, que hasta iba a  experimentar la desnudez y el abandono en que el propio Padre lo dejaba. Él tenía que beber  hasta las heces el cáliz que le había propuesto la justicia divina.
Ahora sí, “despreciable y desecho de los hombres. (Is. 53, 3 ss), del todo desnudo y despojado al punto de exclamar, según Marcos y también Mateo: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» (Mc. 15, 34 y Mt 27,46), podía considerar que su tarea estaba realizada. En verdad, esta frase de Jesús, no es otra cosa que el comienzo del Salmo 22, que en todo su sentido es un reconocimiento al poder de Dios y la confianza en su misericordia, pero también son el testimonio del estado de ánimo del Señor en aquellas  circunstancias  

Las últimas palabras que Lucas recuerda en su evangelio, en cambio, son: «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu» Lc 23,46. Y Juan, de todos ellos presumiblemente el único testigo presencial, cuenta que lo último que exclamó Jesús fue: «Todo se ha cumplido» (Jn. 19,30). (Por supuesto estoy seguro de que las tres expresiones que citan los evangelistas fueron pronunciadas por Jesús, sin dudas en sus últimos momentos, y llevan la garantía del Espíritu Santo, inspirador de todas las Escrituras).                                          
En efecto, todo se había cumplido según los planes de Yahvéh. Nuestros pecados —pasados y futuros—habían sido clavados en la Cruz junto con su Carne, y los asumía la tierra fundidos en su Sangre. 
                                                                                                                  Néstor F. Barbarito                   
             


Elsi: te mando estas lineas. Si querés las podés subir al blog. 
Un abrazo.
Claro que si amigo. Está hermoso. Bendiciones.

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