martes, 17 de julio de 2018

REFLEXIÓN: REVELACIÓN (Dios siembra en el bosque) Néstor Barbarito



Elsita: estos días en que recordamos en nuestra comunión epistolar al querido padre Hernán, vo
lvió a mi memoria esto que escribí y leí en el café, en su presencia. Recuerdo que cuando terminé de leerlo, él vino a abrazarme con la afabilidad que lo caracterizaba, y los ojos brillosos por la emoción, y me dijo que le había recordado sus años de residencia en Chile, donde el paisaje es similar al que yo describo allí.
Tengo esa imagen y sus palabras muy presentes, y ellas me animan a desear el reencuentro esperado.

REVELACIÓN

(Dios siembra en el bosque)



         He descubierto, Señor, tu presencia en la montaña. El Espíritu me quiso abrir los ojos, y en el duro rostro de la roca adiviné tu mano y tu cincel.

Entreví tu sombra fugitiva en el claroscuro de los bosques eternos, colosales, y el misterio infinito de tus ojos que aman, en los lagos diáfanos, serenos y profundos.

           Los enormes coihues de brazos extendidos me hicieron presentir tu acogida paternal, y vi el signo de mi porfiada pertenencia a vos en el ciprés que se aferraba tenaz a la piedra, y resistía de pie el embate de los vientos.

         Sentí tu aliento dulce sobre mi rostro en la fresca brisa mañanera; te oí respirar entre las ramas del cobreado arrayán, y escuché tu risa alegre en el canto estridente y burlón del chucao.

         Me invitaste a levantar al cielo la mirada cuando desde lo alto me chistaba la bandurria o me alertaba el tero.

         Yo estaba en el bosque cuando tu brazo, generoso y fuerte, esparció con largueza las semillas desde las copas centenarias. Después las cubriste con un tibio manto: tu mano maternal se abrió despacio, las hojitas cayeron silenciosas, con morosa cadencia, como pálidas mariposas de alas frágiles, y abrigaron la simiente con ternura.

         Al fin tu aliento húmedo las hizo despertar en su mullida cuna. Y vi los verdes renovales: retoños de coihue, de maitén y de radales; de ciprés, de lenga y de pehuén.

            Pinceladas blancas en las cumbres y la nevisca en febrero, supieron recordarme que a veces, en medio del verano se abate el invierno y en plena bonanza estalla la tormenta, como el aguijón de mi carne me recuerda que me modelaste en barro; que toda vida es tuya y ningún don es permanente hasta que lleguemos a nuestro hogar -tu Reino- del cual todas estas maravillas sólo son migajas; apenas un boceto del don definitivo y preciado de la vida en Vos.

La quieta y silente catedral me vio postrado ¡y te alabé, Señor,y te bendije! Te di gracias.               

                                                                             Néstor Barbarito



 Autorizo a Elsa Lorences a publicar este mensaje donde lo crea conveniente. 
Mi querido amigo: Sabes, creo que donde uno encuentra a Dios más fácilmente es en la naturaleza. Con mi esposo lo encontramos muy profundamente en el Chaltén (Santa Cruz) y los dos nos pusimos a llorar. Fue maravilloso y comprendo tu Reflexión y la reacción del Padre Hernán. Mil gracias por compartirlo con nosotros. Dios te bendiga.

2 comentarios:

  1. "Cómo no creer en Dios..." dice una canción frente a la magnificencia de la naturaleza...y muchos no lo descubrimos allí, entre sus obras, regalo de cada día!! Sin embargo, cuando admiramos un cuadro realizado por manos humanas, inmediatamente lo asociamos a un autor. Enorme paradoja la nuestra!!¡¡Bellísimo relato, gracias!!!

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  2. Bellísimo relato donde toda la naturaleza muestra a Dios, brillante página literaria y de fe donde Néstor rescata lágrimas de más de un poeta y enciende los corazones, gracias Dios mio por regalarnos estos mensajes, Mariel

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