sábado, 4 de septiembre de 2021

FRAY MAMERTO ESQUIÚ MUCHO MÁS QUE EL ORADOR DE LA CONSTITUCIÓN. HOY ES BEATO (FUENTE AICA)

 


El futuro beato argentino fue fraile, sacerdote, obispo, docente, periodista y reconocido legislador. Un hombre sabio y humilde que sirvió a Jesucristo, con una mirada amplia y profundamente humana.

El sábado 4 de septiembre a las 10 en Piedra Blanca, Catamarca, el legado papal, cardenal Luis Héctor Villalba, presidirá la ceremonia de beatificación de Fray Mamerto Esquiú, “un gran apóstol y un gran patriota que trabajó por la unidad y el bien común del país”, aseguró el arzobispo emérito de Tucumán.

Un hombre sabio y humilde que sirvió a Jesucristo con una mirada amplia y profundamente humana, que los argentinos irán conociendo mucho más a partir de su beatificación.

En la hermosa y norteña Catamarca, en Piedra Blanca, un 11 de mayo de 1826, nace el niño Mamerto de la Ascensión Esquiú. Sus padres, Santiago y Maria de las Nieves, y sus hermanos Rosa, Odorico, Marcelina, Justa y Josefa, configuraban una familia sencilla, trabajadora y de vida cristiana.

Los Esquiú eran humildes. “Recuerdo, con admiración y ternura, que alguna vez no teníamos nada para comer, y mi padre nos hacía rezar, pero no se acordaba de pedir prestado ni un medio real; enfermo por largo tiempo, nadie vino a cobrar un solo maravedí después de su muerte”, escribiría Mamerto en su Diario de Recuerdos y Memorias.

Y añade: “Seis éramos los hijos venturosos de estos padres tiernos que, sin bienes de fortuna y en humilde estado de labradores, eran felicísimos en la tranquilidad de su virtud y en las dulzuras de una vida abocada a su familia y a Dios.”

A los 5 años de edad, su madre lo vistió con el hábito de San Francisco, en cumplimiento de una promesa que hiciera por su restablecimiento, al nacer gravemente enfermo. 

A los 6 ya sabía leer y escribir. A los 9 estudió latín y lo anotaron como novicio en el colegio franciscano, el único que existía entonces en la provincia y donde además de primaria y secundaria, había estudios de filosofía y teología. Al año siguiente, falleció su mamá.

A los 17 concluyó Teología, pero aún era muy joven para ser ordenado sacerdote. Se dedicó a ser maestro de escuela y antes de cumplir los 20 años fue profesor de Filosofía. Leía todo lo que venía a su mano.

A los 22, finalmente se ordenó. Su papá había fallecido dos años antes. Celebró su primera misa el 15 de mayo de 1849. 

Como sacerdote se distinguió particularmente en la predicación, ministerio por el cual fue apreciado no sólo en los ambientes eclesiales sino también en los políticos.

Enseguida, se hizo de fama y el púlpito lo transformó en un medio para llegar al corazón de la gente en forma sencilla y directa. Pedían confesarse con él personas de todas las clases sociales; era convocado por otras parroquias para que participase en fiestas patronales y era solicitado para desarrollar ejercicios espirituales en los conventos de monjas. Su nombre corrió por toda la región.

Se destacaba por sus sermones, y se nutría de los grandes teólogos del siglo XIII, como San Buenaventura y Santo Tomás de Aquino.

Luego de la guerra civil, el 9 de julio de 1853 predicó el famoso sermón de la Constitución. En ese discurso pidió concordia y unión para los argentinos, alcanzando trascendencia nacional ya que dejó asentadas enseñanzas luminosas y una doctrina jurídica y sociológica sólida. Por este hecho es conocido como el “Orador de la Constitución”.

En espíritu de servicio y evangelización, entre 1855 y 1862, el padre Esquiú aceptó también desempeñar un papel político activo, como diputado y miembro del Consejo de Gobierno de Catamarca.

Deseoso de volver a la vida franciscana regular, obtuvo el traslado en 1862 a un convento de misiones en Tarija, Bolivia, como misionero apostólico, con el propósito de llevar una vida más austera y oculta.

En 1870 fue propuesto a la sede episcopal de Buenos Aires, pero se consideró indigno y, por tanto, se alejó del país peregrinando a Tierra Santa, a Roma y a Asís.

¡Cuánto nos falta patriotas así en esta querida República Argentina! Dios escuche nuestros ruegos. Amén.   Elsa Lorences.

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