lunes, 29 de agosto de 2016

POEMA: Eduardo Martínez Zendejas. ADOPCIÓN

ADOPCIÓN

Las sombras de la noche la ocultan en sus pasos,
a ella que corre lento con camino hacia el letargo,
como corre una sombre que doliente se desliza,
un motivo la lleva con angustia, y con prisa.

Se respira en el aire un olor a pecado,
un crimen que en silencio ha de ser consumado,
bajo su brazo oculta el motivo vivido
de una pena que asusta, y el hoy, ya es tiempo perdido.

La causa fue un engaño, que fijado en su mente
engendro en sus entrañas a ese ser que inocente,
hoy va por ese bosque que circunda al convento,
y hasta el búho en su vuelo, les regala un lamento.

Las sombras de la noche la cobijan de duelo
cuando por fin se inclina, y lo abandona en el suelo,
fue, saliendo del bosque, en el sacro convento,
en el portal silente, donde el peligro es menos.

Un portón silencioso y un canasto de palma,
son los mudos testigos de la fuga de una alma,
y este cruel abandono de fugaz sufrimiento,
y se consuma irredento en tan solo, un momento.

Ella olvida muy pronto el calorcillo tierno
que en ella es un fuego al tocar ese cuerpo,
del bebé que dormido en brazos del misterio,
no sabía de la vida que le estaban vendiendo.

A él, que había soñado recordando en el tiempo
aquella tarde blanca, cuando se dio el encuentro
de esos dos que serían causantes de este cuento,
y que uniendo sus cuerpos, crearon este juego.

El creyó que vendría con amor y con  techo,
con sus padres muy cerca, con hogar, y con tiempos,
y en cuadro real, presentes se hicieron dos monjas,
una joven y hermosa, otra llena de canas.

Con el amor dormido en su núbil encanto,
recogieron del suelo al bebé y a su llanto,
unas manos muy suaves le tocaban la cara,
las otras, llenas de arrugas, su frente santiguaban.

Y topó de momento con más de lo soñado,
lo rechazó una madre sin el menor recato,
mas Dios Padre que otorga bendiciones y salmos,
le regalo cien madres de su sacro convento,
cual ángeles guardianes en su cruel sufrimiento,
Adopción y misterio, una vida, y el tiempo

Eduardo Martínez Zendejas
Bellísimo, duro y real poema Eduardo. Mil gracias. Dios te bendiga.

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