domingo, 10 de enero de 2016

POEMA: Eduardo Martínez Zendejas: LA TABERNA

LA TABERNA

Que eterna es la noche de mis desconsuelos,
camino en silencio por la calle quieta,
los hombros caídos, la mirada incierta;
rompiendo el silencio, escucho a lo lejos
risas y alboroto que me trae el viento,
es una taberna rodeada de focos
donde van a ahogar su pena, unos locos.

Ellos En el vino ocultan su llanto,
por algunas horas de vapor y encanto,
aunque pase pronto el feliz momento,
el vino, adormece cualquier sufrimiento;
penetro muy lento al recinto oscuro
y voy reconociendo en los rostros grises,
todas las facetas del dolor callado.

Los hay que en silencio lloran una pena
y al no soportar el dolor que esta engendra,
van y la suavizan en el dulce olvido
que por unas horas, tendrán en el vino,
otros que ahí acuden, muestran en el alma
dolor y vacío de tiempos pasados,
hoy en el silencio se encuentran perdidos,
y ya no podrán dejar su pecado.

Otros más que cantan en un rincón sucio
tratan de soñar que viven felices,
y que la amargura del vivir a diario
hoy la han olvidado, entre copas y tragos;
y ahí, en la banquilla de la larga barra
descansa los codos con mirada vaga,
un joven muchacho que apura otro trago.
Cuestiono yo un tanto su actitud cansada
para un mozalbete que frisa los veinte,
gira la cabeza y doliente contesta
a esta pregunta que oye a distancia:

“Oí yo decir a algunas personas
que el vino es consuelo para el alma herida,
que entre sus vapores se pierden las penas
y renace alegre como antaño fuera
la fe en esta vida”
“Tengo algunas horas tomando del fino
y aún bulle en mi alma la pena asesina
la que hirió mi pecho, matando la calma,
por más de dos años gocé de la vida
junto a la mujer que yo más amara,
mas destino incierto el de los mortales,
y esta amarga noche, me dejó por siempre,
partió hacia los cielos mi mujer amada.

“Murió lentamente sin proferir queja,
murió entre mis brazos esta noche negra,
que desde un principio fueron los mareos,
que las largas noches pasadas en vela
secando su frente que estaba perlada,
luego ya vinieron las idas al médico
a que con remedios él me la sanara.

Dolores terribles azotaron crueles
el cuerpo y la mente de mi dulce amada,
y esta noche, hace apenas unas horas
que para siempre se ha ido, se fue
hacia los cielos mi esposa adorada.

Una lágrima fría brotó tristemente
del fondo del alma de aquel camarada,
puse yo mi mano sobre su hombro quieto
sacudido a veces a espasmos de llanto,
levantó la cara y me miró de frente,
sus labios se abrieron y musitó muy quedo:

“El vino no cura heridas del alma,
es una mentira que escuché mil veces
de todos los hombres que había en mi comarca,
aquellos que toman hasta emborracharse
solo están pidiendo que ya bien borrachos,
nadie les critique si el dolor que llevan
les arranque el llanto, ¿Qué los hombres no lloran?
¡Mentira! pues cuando la pena te quema por dentro,
el llanto es la cura que el alma reclama”

Y siguió el mozalbete tomando y llorando
yo no sé hasta qué horas, yo salí despacio
de aquella taberna, donde tanta pena
provocaba el llanto, y ahora comprendo,
que el dolor que  llevo sobre mis espaldas
es tan soportable, si lo comparamos
con todas las penas que inundaron libres
aquella taberna rodeada de focos, donde
adentro cantan tan fuerte, esos locos.

                                                                   Eduardo Martínez Zendejas

Gracias amigo por tu colaboración.

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